Fredy Giraldo Ríos, amor a primera vista

Fredy Giraldo Ríos FreDIM

Fredy Giraldo Ríos, o ´FreDIM´, como se hace llamar en las redes sociales nació el 17 de abril de 1979 en Itagüí, Antioquia. Es un hombre apasionado por el deporte, el fútbol es su favorito y el equipo de sus amores, el Deportivo Independiente Medellín.

“Soy discapacitado, pero la vida no termina acá”

En esta vida no todo es color de rosa como algunos dicen, a los tres meses los papás de Fredy notaban que su crecimiento no estaba bien, creían que todo estaba normal, que FreDIM era un niño muy perezoso y por eso no caminaba, los papás tomaron la decisión de consultar con un médico e iniciar exámenes inmediatamente, todo el proceso se llevó durante nueve meses aproximadamente, cuando tenía un año le diagnosticaron atrofia muscular espinal degenerativa. La atrofia es el impedimento a caminar y a moverse por sí mismo, es el desgaste (adelgazamiento) o pérdida del tejido muscular.

Fredy Giraldo Ríos desde los tres años está en silla de ruedas, pero esa discapacidad no ha detenido su pasión, y desde esa silla sigue a su equipo del alma, a su equipo que lo enamoró a primera vista, El DIM.

Fredy Giraldo Ríos infancia
Foto: archivo personal de Fredy Giraldo Ríos

Desde muy niño va al estadio gracias a su papá, que es hincha de Nacional, él iba con la idea de mostrarle su equipo, de enamorarlo del verde y del blanco, para sorpresa del papá no hubo ni un verde ni un blanco en su corazón, Fredy se enamoró del Rojo y Azul inmediatamente.

Su papá lo llevó por primera vez a un clásico por el 89, clásico que ganó Medellín 1-0. “Yo veía el estadio mitad rojo y azul y mitad verde y blanco, y me enamoré, por eso digo que es amor a primera vista”. Él decía que a la edad de seis años le hacía fuerza a Nacional por su papá, “A mí no me gusta Nacional, nunca me ha gustado, pero gracias a él conocí al mejor equipo, al ´Poderoso de la montaña´”.

En 1998 ir al estadio era un lujo, y los discapacitados debían pagar por entrar “A mí me quedaba muy duro ir porque no tenía la facilidad económica, pero después de mucho tiempo habilitaron la entrada gratis para nosotros”.

Fredy seguía creciendo, visitando constantemente a médicos, psicólogos y especialistas, en cada visita preguntaba si ese fin de semana podía ir al estadio porque había sufrido de una neumonía muy fuerte, lo que le dijeron que debía alejarse lo que más pudiera de todo lo que afectara su neumonía, para desgracia de Fredy los partidos de SU poderoso como Fredy lo llama, los programaban en la noche, entonces fue imposible seguir asistiendo con frecuencia.

“Ahora vivimos de los recuerdos y el partido que más me emocionó fue por allá en los 90 contra Millonarios, porque fue mi primer partido como hincha oficial de Mi poderoso”.

Fredy Giraldo Ríos

El corazón de Fredy tiene dos dueños, el Deportivo Independiente Medellín y su novia Giovanna Hincapié con la que llevan 10 años “la conocí por una red social y es el segundo amor de mi vida” dice Fredy riéndose, menciona que ella acepta que comparta su corazón con “otro”.

Ella ha sido una pieza fundamental en el proceso por el que ha pasado su pareja. Antes de la pandemia lo acompañaba al estadio, a las terapias y está en cada momento importante de su vida.

Fredy trabaja desde su casa en un sitio web desde hace varios años con una empresa antioqueña “Mi trabajo es el mejor trabajo del mundo, porque soy “mi propio jefe”, no tengo horario, descanso cuando quiera, porque mis músculos se cansan muy fácil”.

El pasatiempo preferido de Fredy después de ir al estadio es dormir y ver muchos documentales, Ver mis redes sociales, series, fútbol y más fútbol “me encanta la parte audiovisual, es algo grandioso”. “Le agradezco a mi familia por todo el apoyo que me han brindado y que nunca me han dejado solo, tanto así que mi mamá me acompañaba al estadio, pero no le gusta para nada, y se queda por fuera del estadio esperando que salga”.  

Cuando juega SU poderoso tiene como ritual levantarse temprano, poner música de su equipo, salir al balcón a poner la bandera, usa su camiseta preferida, almuerza con sus papás, novia y hermano mayor. Antes de la pandemia salían cuatro horas antes del partido a comer helado y entrar de primeros al estadio para ver el equipo calentar, ahora llaman a un par de amigos ponen el televisor en la sala y piden domicilio.

Fredy Giraldo Ríos y su mejor amigo
Foto: Archivo personal Fredy Giraldo Ríos

“Mi ídolo de niño es Daniel Jara, lo llevo en la memoria por siempre, a ese man le tengo mucho cariño ome”. Daniel Jara aparte de ser su ídolo es gran amigo de Fredy, le llegó a dedicar varios goles y fue uno de sus mayores referentes junto con Jorge Serna.

“Me acuerdo mucho de que en el 2001 me dedicó un gol, fue algo muy emocionante para mí, me acuerdo que ese día quedamos 4-0, cuando marcó, me buscó me señaló y se rio”.

la cuarta del DIM
Foto: Archivo personal Fredy Giraldo Ríos

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La atrofia es una enfermedad que tendrá para toda su vida, a sus 42 años sigue su vida común y corriente, ayuda en las labores de la casa, cocina, ayuda a doblar ropa, puede movilizarse con su silla y nada es impedimento para él “soy feliz de la vida, creo en Dios y creo que esta enfermedad es un reto más para mi vida que no me detiene”.

Fredy está radicado en Itagüí, allí ha vivido toda su vida. En pandemia aprendió a cocinar, realizó varios cursos virtuales y se repetía por YouTube varios momentos felices de su equipo, él dice que es feliz como hincha de Medellín y espera no dejarlo de ser nunca.

La atrofia es una enfermedad que tendrá para toda su vida, a sus 42 años sigue su vida común y corriente, ayuda en las labores de la casa, cocina, ayuda a doblar ropa, puede movilizarse con su silla y nada es impedimento para él “soy feliz de la vida, creo en Dios y creo que esta enfermedad es un reto más para mi vida que no me detiene”.

Fredy está radicado en Itagüí, allí ha vivido toda su vida. En pandemia aprendió a cocinar, realizó varios cursos virtuales y se repetía por YouTube varios momentos felices de su equipo, él dice que es feliz como hincha de Medellín y espera no dejarlo de ser nunca.

Por Andrés Felipe Fonseca Rendón